"Que tu alimento sea tu medicina y tu medicina tu alimento"
Hipócrates
Espagiria proviene del griego: “spao” (separar) y “ageiro” (reunir). El primero en acuñar este término fue Paracelso (1493–1541), afamado médico, alquimista y filósofo suizo, que supo romper con la medicina galénica tradicional al incorporar nuevos y revolucionarios principios. La espagiria es entonces el arte y la técnica que sabe separar y volver a reunir los elementos de una planta para generar a partir de ella una medicina ideónea.
Separar para volver a unir no es hacer y deshacer, sino revivir el símbolo de unión del matrimonio místico: "Por eso el hombre dejará a su padre y a su madre (spao) y se unirá a su mujer (ageiro) y los dos serán un solo ser" (ens). Acto que genera un nuevo ser, un ens espagírico, como fruto de esta unión.
Pero ¿por qué se separar y volver a reunir? ¿Es a caso para purificar los compuestos?
Así ha sido incomprendida muchas veces esta operatoria, o bien como un acto redundante o como un intento de refinamiento que utiliza técnicas ya obsoletas, propias de una época y mentalidad precaria en el conocimiento de la química actual. Pero esta mirada del pasado es totalmente errónea. Proviene de desconocer la cosmovisión de origen y de subestimar el conocimiento de los antiguos sabios.
En efecto, hay una "purificación" en la etapa de spao-, pero no es lo que normalmente se entiende por ella, sino una "liberación" de viejas formas ("dejará a su padre y a su madre") para poder adoptar formas nuevas: "el vino nuevo en odres nuevos se ha de echar" (Lc 5:38). , Este abandono de formas es una disolución, muerte o putrefacción de la forma de la sustancia, pero no necesariamente implica (o excluye) un refinamiento de tipo industrial.
En el pensamiento moderno se dice que una sustancia "pura" es aquella que ha sido uniformada y estandarizada y la virtud de un compuesto en cierta forma reside en cuánto ha sido liberado de su personalidad individual. La pureza se vuelve entonces sinónimo de aislamiento, no de excelencia y la maestría no reside en saber construir y seguir a la naturaleza sino en saber eliminar o quitarle el rostro a un preparado. Esta es la "medicina" que sana de la amenaza de lo único e irrepetible.
Es comprensible por qué esto es así: la necesidad de éxito, repetibilidad, masificación e industrialización invocan una extensión del modelo fordiano de producción en serie, en el que cada sustancia no es diferente de una pieza mecánica sujeta a una o varias normas de estandarización. Pero saliendo de las necesidades cubiertas (o incluso provocadas) por el ámbito industrial, las cosas todavía permanecen fuera de esta lógica del apuro, sin por ello perder su funcionalidad.
Será la tradición cultural la que vendrá al rescate, a contrabalancear esta idea dominante encontrando el valor justamente en lo contrario, en el carácter único de los preparados, hecho que solo puede darse en lo irrepetible de su composición y que aún así los hace reconocibles: el irrepetible y reconocible sabor del vino de una determinada cosecha y región. La irrepetible y reconocible salsa de una abuela, el sabor único del agua de un determinado manantial natural que lo vuelve reconocible y al mismo tiempo irremplazable, etc.
Nada de esto es industrializable, sin embargo ¿Quién cuestionaría la calidad por el mero hecho de la irrepetibilidad?
A diferencia de las otras, estas sustancias tienen rostro, identidad química y cultural. Están vivas. Son puras por lo que son, no por lo que les falta. Del mismo modo que opera una sinfonía, lo excelso de cada uno de estos preparados reside principalmente en la coherencia entre todas sus partes, en la forma en que saben funcionar como un "todo" y en la irrepetibilidad de su ser, en lo no estandarizable ni uniformable en el sentido estricto.
Todas estas cosas no niegan ni tampoco cuestionan la utilidad de las materias químicamente refinadas, pero es importante destacar que no se puede esperar obtener de ella nada más que una materia "muerta", culturalmente inerte y sin identidad desde el punto de vista tradicional y vital.
La espagiria, entonces, no separa para matar, sino principalmente para reorganizar y poner en proporción cada elemento de la orquesta de una planta, a fin de que el preparado final "suene" en armonía con su identidad. Nada tiene que ver el refinamiento bioquímico, sino que la separación es contracara inseparable de la reunión. Es el paso previo a la reorganización.
En este paradigma, lo impuro en una sustancia es aquello que no está aportando nada a la nueva finalidad, o bien aquello que está actuando de forma contraria a dicha finalidad. Esto puede o no coincidir con el concepto químico actual: ¿Son los compuestos que le dan el color verde a la esmeralda, impurezas de hierro en el cristal de berilo? Desde el punto de vista quimico sí... pero es como decir que el color del vino es una impureza en el alcohol.
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